ARQUEOLOGÍA: POR TIERRAS DE UCLÉS Y SEGÓBRIGA, por Dionisio Urbina, Doctor en Arqueología
Etiquetas: arqueología, Cueva, Monasterio, Mora Encantada, Puebla de
Almenara, Saelices, Segóbria, Uclés
Publicado el 28 enero, 2013 hay Sin Comentarios
Muy cerca de la
N-III, apenas a 1hora de Madrid, proponemos unas visitas de de un día o de fin
de semana. Podemos comenzar por Uclés y sus alrededores. El monasterio de Uclés
es de sobra conocido. Los edificios que le dan el apelativo del “Escorial de La
Mancha” se levantaron durante todo el siglo XVI y parte del XVII, en muchos
casos utilizando las piedras de la vecina ciudad romana de Segóbriga, pero la
historia del lugar es mucho más dilatada.
Cerca de Uclés, por
el vecino pueblo de Huelves (árabe Wabda) pasaba una calzada romana que desde
Segóbriga enlazaba con la ciudad romana de Ercávica (Cañaveruelas, junto al
pantano de Buendía), atravesando el interesante pueblo de Huete (Opta en tiempos
romanos). En Huelves quedan restos de un fuente romana, así como de un puente
junto a la ermita de Riánsares, cerca de Tarancón, por donde la calzada
atravesaba ese río. En los alrededores de Uclés se descubrieron algunos restos
romanos, uno de los cuales corresponde a un epígrafe que hace alusión al dios
Aironis, hallado en el pago de Fuenterredonda (pagus oculenses en la
inscripción), situado entre Uclés y Rozalén. Allí puede verse aún una pequeña
laguna con piso y bordes empedrados. El dios Airón de época romana es conocido
en varias localidades de la Península Ibérica, siempre relacionado con pozos,
fuentes o manantiales.
La fortaleza de
Uclés es de origen musulmán, construida en lo alto del farrallón que ciñe el río
Bedija, y alargando las defensas hacia poniente con una muralla y torres de más
de 30m de alto. Desde la atalaya más alta (recientemente restaurada), se podía
contemplar una ancha llanura, hasta las sierras de Lillo, Altomira y Almenara,
en donde se alzaba otro castillo roquero. Dicen las crónicas que nunca pudo ser
tomada por asalto, ni siquiera en aquella triste ocasión en que los cristianos
la perdieron después de la batalla de “los siete condes”. Corría el mes de Mayo
del año 1.108 cuando las fuerzas almorávides al mando de Tamin Ibn Yusuf
cruzaron velozmente La Mancha y llegaron al galope hasta Uclés (Uklis), única
forma de sorprender a los defensores de la fortaleza. Tomaron el pueblo y parte
de la fortaleza, pero no la alcazaba. Informados los cristianos de Toledo de la
llegada del ejército, partieron a su encuentro al mando de Alvar Fáñez, con el
infante Sancho (único hijo varón de Alfonso VI) y siete condes. La batalla fue
ganada por los musulmanes y allí cayó el joven hijo de Alfonso, muriendo poco
después, se supone que en el castillo de Belinchón (Belchùn). Cuando los
cristianos huidos llegaron a Toledo, se ponen en boca del monarca aquellas
tristes palabras: “¡ay meu fillo! lume dos meos ollos, solaz de milla
vellez, ¡ay meu heredero! Caballeros ¿hu me lo dejasteis?”.
Por medio del
engaño, los musulmanes tomarán la alcazaba de Uclés y todas las plazas fuertes
de la zona. La batalla de los siete condes tuvo lugar entre El Acebrón y
Villarrubio, en un lugar que la toponimia ha conservado con el nombre de
Sicuendes, junto al río Bedija.
En 1.025 se ubica en
Uclés la muerte del califa Mohamed III, llegado allí huyendo de Córdoba donde era perseguido por los
nobles en virtud de su gobierno despótico. En 1.157 pasará finalmente a manos
cristianas, y en 1.174 a la Orden de Santiago, de la que acabaría siendo cabeza
y sede de su Priorato. Descontento Alfonso VIII con el proceder de los
caballeros de San Juan, entrega Ucles a la Orden deSantiago con ánimo de que
lleven a cabo una ofensiva para reconquistar una vez más las tierras de La
Mancha, y así, Pedro Fernández de Fuentencalada primer maestre de la Orden, en
palabras del cronista López de Agurleta: recibió la Cruz de su
espada, y sus trabajos, para trepar desde la corriente de las aguas a la cumbre.
Trepó en fin, desde el Tajo a lo más alto, entre Aurelia (Oreja) y
Alharilla y colocó allí el Estandarte de la Santa Cruz. Por ello los caballeros de Santiago fueron conocidos por
un par de años como los “caballeros de Alrahilla”. Alharilla es hoy una ermita
en un escarpe sobre el Tajo, en término de Fuentidueña, cerca de Uclés, en donde
hubo un castillo del que apenas quedan trazas.
Camino de Segóbriga
desde Uclés, los amantes de los lugares poco transitados se pueden acercar al
llamado “castillo palacio de Saelices”, casa fuerte o palacio fortificado del
siglo XV, de planta cuadrada con seis torreones, en el que la ruina avanza
progresivamente pero que aún se puede contemplar con ese encanto que da la
maleza ocupando paulatinamente las obras de los humanos.
La ciudad romana de
Segóbriga es una de esas pequeñas maravillas que salpican España sorprendiendo
al viajero. Urbe modesta, tuvo la suerte de que tras una pequeña ocupación
visigoda su solar fue abandonado en beneficio del cercano Saelices (San
Felices), de modo que sus ruinas quedaron cubiertas tan sólo por el polvo de los
siglos.
Desde el moderno
centro de interpretación caminaremos despacio junto a los restos de tumbas
visigodas, dejando a la derecha la explanada donde se está excavando el circo.
Al llegar a la colina nos sorprenderán los edificios del anfiteatro a la
derecha, pequeño pero excelentemente conservado y el teatro, a la izquierda con
las gradas perfectamente conservadas. Ambos son edificios para unos 5.000
espectadores, construidos en el siglo I de nuestra Era e inaugurados con los
Flavios, hacia los años 80, momento de mayor esplendor de la ciudad.
Estos dos edificios
monumentales flanquean la puerta principal o entrada Norte, abierta en la
muralla. Desde ella podemos caminar por Kardo Máximo hasta el foro centro
neurálgico de la antigua ciudad, allí imaginarnos el bullicio de la gente
paseando entre las tiendas que ofrecían todo tipo de mercancías. El foro estaba
rodeado por un pórtico sujetado con columnas. En la parte Este del foro se
levantaba la basílica, centro “bursátil” y “corte de justicia” de la ciudad.
Hacia el Norte se halla la Curia, donde se ruñía el senado de la ciudad. No
lejas están las pequeñas termas del teatro.
En la misma época
que el templo, y a su lado, hacia el Oeste, se construyeron las termas
monumentales, a donde acudirían todos las ciudadanos a diario, ya se sabe que a
distintos horarios los hombres y las mujeres. Aquel era el centro de reunión,
donde se charlaba sobre todo tipo de asuntos, donde se cerraban negocios y se
urdiría más de una conjura. Junto al templo se disponía un patio porticado que
era la palestra o lugar para hacer ejercicio. De allí se pasaba al vestuario que
disponía de una pequeña piscina, y entonces comenzaba el típico recorrido de
unos baños romanos, es decir, la sala fría del frigidarium, la templada
del tepidarium y la caliente del caldarium, contando además
con un laconium o sauna seca que se encontraba bajo los restos de la
actual ermita.
Los romanos en
realidad apenas sabían nadar, en sus baños realizaban un recorrido pensado para
la higiene personal, en el que la temperatura jugaba mayor papel que el agua,
reducida a pequeñas piscinas de poco más de 1m de profundidad, o bañeras en las
salas calientes. El objetivo era ir abriendo los poros de la piel para después
rociarse con aceite pasar por todo el cuerpo una cuchilla curva o estrígilo, que
eliminaba el aceite con la suciedad del cuerpo.
Desde este lugar
podemos deambular sin rumbo sobre los muchos restos que aún faltan por excavar,
y si tenemos tiempo y ganas, acercarnos a las canteras de donde se sacó la
piedra para el teatro, a unos 500m de la ciudad, cruzando un puente sobre el río
Gigüela. Allí se puede ver además el corte sobre la roca de una calzada y los
restos de un santuario rupestre dedicado a Diana, la diosa de los
bosques.
Si aún disponemos de tiempo, podemos llegar al
castillo de la Puebla de Almenara, verdadero vigía de la Mancha Alta conquense.
El castillo conjuga la monumentalidad con el lirismo de la ruina y la perfección
del cerro en donde se levanta. Por el camino desde Segóbriga, habremos de pasar
por Casas de Luján, antigua casa de labranza del siglo XVI, perteneciente a la
Orden de Santiago, hoy convertida en hospedería rural.
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