El año 418 los visigodos, tras andar errantes por las provincias mediterráneas del Imperio, firman con Roma un tratado de federación y se establecen en Aquitania, convirtiendo a Tolosa en su capital. Con la destitución del último emperador romano, Rómulo Augusto, por Odoacro (476), y la consiguiente desaparición del Imperio Romano de Occidente, se rompe el vínculo político, más legal que real, que unía a los visigodos con los romanos. Eurico (466-484) se convierte en el primer verdadero rey de los visigodos que extiende su dominio e influencia por la mayor parte de Hispania (excepto Galicia, ocupada por los suevos, y las tierras vasconas) y por las provincias galas al sur del río Loira.

La derrota de Vouillé el año 507 ante los francos empujará a los visigodos a abandonar gran parte de la Galia y a asentarse en Hispania y la provincia Narbonensis (Septimania). La capital del reino se trasladará de Tolosa a Barcelona, primero, y a Toledo, a mediados del siglo VI. De esta manera se originó el reino visigodo de Hispania.
Los principales obstáculos para el desarrollo del reino visigodo fueron:
  1. Su escaso peso demográfico. Eran 200.000 individuos frente a los 5 a 7 millones de hispanorromanos. El ser una minoría dominante sobre el país les obligó a concentrarse en zonas del centro peninsular y en recintos urbanos. Durante muchos años practicaron una política de segregación jurídica y racial frente a los otros pueblos y, por supuesto, se reservaron las instituciones de poder.
  2. El carácter electivo de su monarquía favoreció la formación de facciones entre los nobles que desencadenaban guerras civiles por el trono y la intervención de tropas extranjeras en apoyo de los bandos. Por la rivalidad entre Agila y Atanagildo, y a petición de este último, llegaron a España tropas del Imperio Bizantino que se apoderaron durante unas décadas de la franja costera entre Murcia y Cádiz.(555-624). Por la disputa entre Don Rodrigo y los partidarios de los hijos del rey Witiza (710-711) desembarcaron las tropas musulmanas que comenzarían la conquista del reino para el Islam.
  3. El practicar la religión cristiana arriana frente a la mayoría de la población del reino que era fiel al catolicismo ortodoxo llevó a guerras religiosas y persecuciones. El rey Leovigildo, quizá su rey más poderoso, se empeñó en conseguir esa unidad en torno al arrianismo y fracasó. La unificación religiosa se producirá el año 587 con su sucesor, su hijo Recaredo cuando éste se convierta al catolicismo.
Muñoz Degrain, Antonio, La conversión de Recaredo, 1888.

La arquitectura visigoda del siglo VII.
Sólo a partir de la conquista del reino Suevo de Galicia (585), del sometimiento de los vascones y de la expulsión de los bizantinos (comienzos del siglo VII), se puede hablar de un reino visigodo consolidado. Por ello no es de extrañar que la mayor parte de los monumentos conservados daten de este siglo.
San Juan de Baños, Palencia. Exterior con numerosas modificaciones a lo largo de la Edad Media. Espadaña del siglo XIX.

Hay que tener en cuenta que los edificios que nos han llegado han sido los del medio rural más profundo. Aquellas construcciones levantadas en las ciudades (Toledo, Sevilla, Córdoba, Mérida...) fueron destruidas en tiempos de los musulmanes para construir con sus materiales mezquitas y otros edificios. Ejemplo conocido es el de la gran Mezquita de Córdoba que se levantó a finales del siglo VIII sobre el solar de la Basílica de San Vicente (s. VI), utilizando sillares y columnas de la antigua construcción.
San Juan de Baños, Palencia. Interior. Ábside y nave central.

Las iglesias que conservamos nos enseñan que la arquitectura visigoda parte del influjo romano, aunque también posee características distintivas personalísimas que podemos resumir en los siguientes puntos.
  • Muestran un aspecto pobre, macizo y achaparrado, lo que nos indica una decadencia e inseguridad constructiva muy alejada de las obras romanas.
  • Emplean aparejo de sillería, aunque a diferencia del romano no siempre con las juntas perfectamente horizontales y verticales. El ladrillo con el que se cubren algunas de sus bóvedas son originales (Santa Comba de Bande) o fruto de restauraciones para sustituir los sillares desaparecidos (San Pedro de la Nave).
Santa María de Melque, Toledo. Vista de las bóvedas del interior.

  • Las plantas de las iglesias podían ser basilicales (San Juan de Baños), pero predominan las de cruciformes con distintas variantes (San Pedro de la Nave, Santa Comba de Bande o San Fructuoso de Montelios). Los ábsides son planos o rectangulares.
Plantas tipo de iglesias visigodas.

  • El elemento sostenido parte de un original arco de herradura, que se distinguirá del mozárabe y del árabe porque la prolongación de la curva no suele sobrepasar el tercio del radio y la desviación de la línea de trasdós, que cae casi verticalmente sobre la imposta, sin seguir paralela al intradós.
Comparación entre los arcos de herradura visigodo y califal.

  • Se usa la bóveda de cañón, a veces peraltada o capialzada, y la bóveda de arista o cúpulas vaídas en el corazón de las iglesias. Algunos edificios se adintelan con vigas de madera.
San Fructuoso de Montelios, Braga (Portugal).

  • Las columnas sirven como elemento separador de las naves. Son de fuste monolítico y con un capitel cuyo modelo más habitual es el que imita el orden corintio. Excepcionalmente, en la iglesia de San Pedro de la Nave, se han encontrado escenas narrativas religiosas talladas a bisel (Sacrificio de Isaac y Daniel entre los leones).
San Pedro de la Nave. Sacrificio de Isaac.

Esta es la nómina de las iglesias más importantes que pueden ser objeto de estudio en este blog.
  1. - La basílica de Cabeza de Griego (Saelices, Segóbriga, Cuenca), s. VI. Restos arqueológicos.
  2. - Iglesia de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara), 578. Restos arqueológicos.
  3. - San Juan de Baños (Baños de Cerrato, Palencia), 661.
  4. - San Fructuoso de Montelios (Braga, Portugal), 656-665.
  5. - Santa Comba (Bande, Orense), s. VII.
  6. - San Pedro de la Nave (Campillo, Zamora), 680-711.
  7. - San Pedro de la Mata (Casalgordo, Toledo), 672-681.
  8. - Santa María de Melque (San Martín de Montalbán, Toledo), s. VII.
  9. - Ermita de Santa María (Quintanilla de las Viñas, Burgos) finales s. VII.
Más información en esta página. Turismoprerrománico. es- Visigodo.
San Pedro de la Nave, Zamora. Cabecera.

La orfebrería.
La escultura en bulto redondo no existe. Sí la decoración arquitectónica de relieves, como hemos visto, aunque los motivos más utilizados son de carácter geométrico y vegetal.
Una de las glorias del arte visigodo es la orfebrería. Utilizaban la plancha de otro esmaltada, calda o grabada y los cabujones con piedras preciosas y semipreciosas o materias vítreas. Los objetos de adorno más corrientes eran las fíbulas y los broches de cinturón. Las primeras podían ser de varias formas, entre ellas las de águila; los segundos son rectangulares, pesados y ricamente esmaltados. Los objetos más conocidos son las coronas votivas y las cruces procesionales, que los reyes donaban para ser colgadas sobre los altares. El Tesoro de Guarrazar (Toledo) con las coronas de Suintila (robada y desaparecida en 1921) y Recesvinto es el conjunto más valioso.
Corona de Recesvinto, Tesoro de Guarrazar.




Arquitectura Cisterciense
autor:Vicky Porfidio
fuente:Architettura Cistercense
Una espiritualidad renovada en el rigor y en la armonía
La interpretación de la regla benedictina promovida por los abades de Cluny entra en crisis al final del siglo XI a causa de una degeneración de la vida dentro de los monasterios, donde se pierden de vista los valores fundamentales expresados en la regla misma.
Al interior del orden se siente la necesidad de intervenir con movimientos de reforma que proponen el regreso a la observancia de los preceptos de la regla: el rechazo del lujo, la necesidad del trabajo manual de los monjes, la meditación individual.
Hay dos reacciones a la crisis de la regla: los Certosinos proponen una alternativa radical al sistema de Cluny, indicando el método del ascetismo más rígido, en lugares inhospitales y en absoluta soledad, en cambio el abad borgoñón Robert de Champagne busca un equilibrado compromiso, inspirándose en la alternancia de las horas de ruego y de trabajo propuesta en precedencia por San Benito, en la exigencia de la concentración necesaria por el logro del verdadero conocimiento. Junto a otros veintiún monjes funda en el 1098 en Citeaux la primera abadía fundada sobre la nueva espiritualidad y a la renovada regla es dado el nombre latino de la localidad Cistercium. Los verdaderos fundadores del orden son considerados los abades Alberico y Esteban porque Citeaux consigue la llena independencia bajo su abadiado y entre 1113 y 1115 se juntan otras cuatro nuevas abadías: La Fertè, Pontigny, Clairvaux y Morimond.

De estos lugares toma inicio una expansión rápida y difusa, al final del siglo XV se cuentan en Europa unas 700 abadías cistercienses, en Italia son 88, predominantemente unidas a Clairvaux (Chiara-valle, Claraval).
De Clairvaux proviene San Bernardo, el personaje más significativo en la evolución de la espiritualidad y la arquitectura cisterciense. Encendido reformador y vivo protagonista de la vida intelectual, San Bernardo contrapone al ejercicio de la dialéctica el salto místico del amor. Inspirándose en San Agustín, San Bernardo afirma que la razón no es suficiente para alcanzar el conocimiento de Dios, sino sólo a través de la concentración y la oración, y gracias a la intercesión de la Virgen Maria, el monje puede acceder al grado supremo: los pasos son la cogitatio (investigación sobre la materia y sobre el mundo sensible), la meditatio (momento de reflexión y repliegue introspectivo) y la contemplatio (intuición mística de la verdad).
La forma arquitectónica de las abadías responde perfectamente al nuevo misticismo cisterciense, ellas nos aparecen completamente sin decoración, los fundadores del orden habían dado claras indicaciones en tal sentido: los metales preciosos son limitados a la necesaria vajilla litúrgica, cualquier empleo no necesario de material precioso o dinero tiene que ser evitado cuidadosamente, prohibidos las torres de piedra y también cada decoración de pisos y escaños del coro. San Benito afirma que decoraciones talladas o pintadas no ayudan la meditación del monje que viene más bien distraído por tales formas, las iglesias demasiado a menudo son escandalosamente ricas mientras los fieles son pobres, la exagerada proyección de las anteriores construcciones es "Vanidad de las vanidades, más ridícula que vana."
Sobre la base de estos conceptos, se explica el motivo del aspecto desnudo y austero de las abadías cistercienses: no una reacción negativa, iconoclasta, respecto al arte, sino una precisa y motivada indicación mística.
Algunas de las abadías cistercienses son todavía bien guardadas y siguen valorando los escritos de San Bernardo: tenemos en particular notables ejemplos en Fontenay en Borgoña, Silvacane en Provenza, Poblet en Cataluña, Fossanova y Casameri en Lacio y Chiaravalle milanés, Morimondo y Chiaravalle de la Paloma en Val Padana.
Los elementos característicos son la atenta y lógica distribución de los ambientes conventuales alrededor del claustro, el equilibrio armónico de las proporciones, la presencia simbólica de la luz. La alternancia de las horas del día señala los momentos del trabajo y el ruego colectivo o individual: el transcurrir de la luz a través de los ambientes de la abadía señala simbólicamente los tiempos del día, también subrayados por el orden regular de la arquitectura. El módulo según el que las abadías son erigidas sea en planta sea en alzado también es aquel cuadrado para favorecer esta organización, la arquitectura resulta de este modo muy simple y regular y las relaciones dimensionales son equilibradas y armónicas. La difusión de la luz ocurre por grandes ventanas no historiadas, pues muy luminosas.

Las abadías cistercienses de clausura a menudo son cerradas por una tapia, a lo largo de la cual se abren entornos de servicio, como la hospedería, la capilla destinada a las mujeres y a los visitadores no admitidos al interior, la panadería con horno y la entrada-portería, generalmente fortificada. La elección del lugar de edificación es ligado a la presencia de cursos de agua, por esto predominantemente encontramos las abadías cistercienses en los valles.
La distribución de los ambientes sigue cuidadosamente las indicaciones de San Bernardo, y resulta pues muy parecida en las abadías distribuidas en toda Europa.
Corazón de la abadía es el claustro cuadrado, alrededor del cual son distribuidos los ambientes en una regular dialéctica arquitectónica. Sobre el lado septentrional encontramos la iglesia, a tres naves con presbiterio, capillas absidales y transeptos cuadrados. Las bóvedas, sustentadas por los típicos pilares a haz con capiteles sencillamente decorados, siempre son a cruz en las naves laterales, mientras que aquella central a menudo es cubierta con bóvedas de cañón. La impresión de desnuda y rigurosa geometría comunicada hoy por las abadías cistercienses era un tiempo interrumpida por la presencia de un tabique, dotado de púlpito, que dividía en dos las naves, separando la parte de los conversos de la zona reservada a los monjes. Además, en la nave central estaban alineados los escaños del coro.

A nivel del coro, alineada al transepto derecho, se encuentra la escalera capitular, abierta por grandes ventanas hacia el claustro para permitir a los conversos de asistir a las reuniones del capítulo. A su lado se encuentra la escalera que conduce al piso superior, completamente ocupado por el dormitorio común de los monjes, que domina también el “scriptorium”. A lo largo del lado opuesto a la iglesia se organiza la parte más característica de las abadías cistercienses, por la que San Bernardo ha elaborado significativas derogaciones a la costumbre benedictina. Entre las cocinas y una cosecha y un ambiente bien calentado se encuentra en efecto el refectorio, orientado en sentido perpendicular a la nave de la iglesia. En correspondencia se eleva en el claustro un edículo-lavabo para las abluciones.
El último lado está reservado a un amplio almacén, un depósito y a los locales por los conversos con el dormitorio y el refectorio sobrepuestos.
Cuanto a los materiales, la regla impone que sean simples y de bajo costo: pues las abadías cistercienses siempre están construidas con piedras procedentes de canteras vecinas o con ladrillos, sin inserciones de mármoles o materiales preciosos.